jueves, 4 de diciembre de 2008

La verdad es una tierra sin caminos.


Krishnamurti nos dice que uno puede sentir en el fondo de si mismo que la bondad absoluta existe, o sea el orden verdadero, libre de prejuicios. No se trata de aceptar un patrón o modelo externo sobre lo que es ordenado y bueno, porque todo patrón externo produce conflicto con el sí mismo y el conflicto es origen del desorden.
Sostiene que somos el mundo y el mundo es lo que somos, que la conciencia del mundo es nuestra conciencia y si comprendemos esto habrá compasión verdadera por todo y por todos, y que esta compasión es la libertad.
Está convencido que la sociedad es el desorden organizado; y que la negación de la continuidad de la violencia y del rencor, es el Bien. La sociedad soy yo y si yo no cambio la sociedad no puede cambiar.



Jiddu Krishnamurti (1895-1986)
La esencia de las enseñanzas de Krishnamurti está contenida en la declaración que hizo en 1929, cuando dijo:


"La Verdad es una tierra sin caminos". El hombre no puede llegar a ella por medio de ninguna organización, a través de credos, dogmas, sacerdotes ni rituales, ni tampoco por medio de conocimientos filosóficos ni técnicas psicológicas.

Debe hallarla mediante el espejo de la relación, mediante la comprensión de los contenidos de su propia mente; por la observación y no por el análisis intelectual ni la disección introspectiva.
El hombre ha construido en sí mismo imágenes - religiosas, políticas y personales - como valla de seguridad. Estas se manifiestan en forma de símbolos, ideas y creencias. La carga de dichas imágenes domina el modo de pensar del hombre, su relación y su vida cotidiana. Estas imágenes son la causa de nuestros problemas, porque separan a un hombre de otro.

Su percepción de la vida está formada por los conceptos previamente establecidos en su mente. El contenido de su conciencia es toda su existencia. Dicho contenido es común a toda la humanidad. La individualidad es el nombre, la forma y la cultura superficial que ha adquirido de la tradición y del entorno. La unicidad del ser humano no estriba en la libertad superficial, sino en la completa liberación del contenido de su conciencia, la cual es común a toda la humanidad. Así pues, él no es ningún individuo.

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