La aparición de una nueva fe cristiana que construye una iglesia paralela a la católica, se convirtió en uno de los mayores azotes que nunca ha sufrido el Pontificado. La Iglesia se enfrenta a un nuevo concepto de fe, a una visión de Dios que acerca el mensaje de Cristo a los hombres pero que no acepta la opulencia y la prepotencia de los dictámenes de Roma. Una nueva fe que aplica un modo de vida más parecido al de los discípulos de Jesús y que intenta imponer su visión evangélica del mundo. El catarismo se contrapone a una Iglesia muy debilitada por las luchas de poder entre el Santo Padre y el emperador del Sacro Imperio Germánico y por el pecaminoso tipo de vida de sus sacerdotes. El Papa tan solo puede recuperar el poder sobre la cristiandad a través de la Reforma Gregoriana y del dominus mundi. La herejía cátara es una enfermedad que la Santa Sede debe sanar y para ello utiliza métodos no muy pacíficos: primero intenta vencer a través de la confrontación espiritual pero no puede doblegar a una fe que cada vez está más arraigada en la población, en el corazón de cada campesino, de cada comerciante y de cada noble. En segundo lugar, el Sumo Pontífice no tiene más remedio que utilizar la vía militar. Los cataros son perseguidos y quemados en tremendas hoguera, mientras Occitania es devastada por un inmenso ejército cruzado. Pero la diabólica presencia del ejército santo no es suficiente para rendir a la fe catara. Tan solo la mejor máquina de crear terror que ha existido durante más de seiscientos años consigue extirpar el catarismo del Languedoc: la Inquisición. Los peores defectos de la Europa medieval quedan recogidos en esta historia de guerra abierta a una fe, de persecución a los propios cristianos y de la eliminación total de una manera de pensar distinta a la establecida. En definitiva, este libro recoge los episodios de extrema crueldad que la Iglesia católica utilizó para exterminar a los cataros de la faz de la tierra.
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