ENTREVISTA CON UN PIRATA SOMALÍ ENCARCELADO
BERBERA (SOMALIA).- Pese a haber sido condenado a 15 años de cárcel, Farah Ismail no parece haber perdido el olfato comercial. "Si quiere que hable tiene que pagarme", afirma ante los carceleros. "No, sólo les pagamos cuando nos secuestran". La réplica del informador provoca una carcajada entre los uniformados y una sonrisa en el rostro hasta ahora impávido del pirata somalí. Farah tampoco ha perdido el sentido del humor y a una ironía responde con otra: "Ya, pero es que aquí no puedo secuestrarle".
A sus 32 años, Farah Ismail dista mucho de presentar la imagen estereotípica del pirata que se ha forjado occidente a través de las cintas de Hollywood. El salteador confeso se presenta en el despacho del director de la prisión de Mandhera, 60 kilómetros al norte del puerto de Berbera -en el autoproclamado estado de Somalilandia, al norte de Somalia- vistiendo una simple camiseta, chancletas y el maawii (pareo enrollado a la cintura) tradicional.
Su aplomo al responder aclara porqué era el líder de los otros cuatro asaltantes encarcelados junto a él desde el pasado mes de septiembre. "No negamos que somos piratas. Nuestro objetivo era ganar, pero perdimos", asume al iniciar la conversación.
Ismail es uno de los casi 20 asaltantes marítimos capturados por las autoridades de Somalilandia durante el presente año, según cifras que proporciona Mohamed Arteh, un alto cargo del Ministerio de Interior local. La vecindad de Puntland se ha convertido en el principal peligro para la estabilidad de Somalilandia, en especial ahora que esa autonomía ejerce como epicentro de la piratería somalí.
El grupo que comanda Farah pretendía precisamente ampliar el radio de acción de la piratería actuando desde el puerto de Berbera. El somalí es originario de esta zona pero ha vivido desde su primera infancia en Puntland, donde ejercía como pescador.
Los pesqueros extranjeros 'arrasaron el mar'
"En la temporada [seis meses] podíamos conseguir dinero suficiente para el resto del año e incluso para construirnos una casa. Pero Somalia desapareció en 1991 y nuestras aguas se llenaron de barcos extranjeros. Traían redes enormes que arrasaban el mar. Entonces se acabó la pesca y comenzaron las deudas. Los piratas son pescadores enfadados. Gente que se quedó sin peces y cambió el estilo de su trabajo. Seguimos pescando pero ahora los pescados son los barcos extranjeros", asegura en un tono solemne.
Según su relato, los marineros locales comenzaron a enfrentarse a los pesqueros foráneos -"venían de todos los países, de Francia, de Italia, de Kenia", acota- pero estos replicaron contratando a hombres armados. "Estuvimos capturando barcos pesqueros de 1993 a 1996 pero para esa fecha algunos se habían equipado ya con ametralladoras pesadas y no dudaban en utilizarlas. Eran los propios líderes locales [los llamados señores de la guerra] quienes les proporcionaban las licencias y las armas. No podíamos con eso. Nuestra venganza fue lanzarnos a la búsqueda de cualquier otro barco que no tuviera armas a bordo: cruceros, petroleros, lo que fuera", cuenta Ismail.
En ese instante, le interrumpe Abdala Mahmud, un integrante de su cuadrilla. "El mundo está buscando soluciones para la piratería pero le digo una cosa: o acaban con la pesca ilegal o seguirán sufriendo", advierte.
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